Descubrir sitios nuevos, disfrutar de la historia, del arte, de la gastronomía… Son placeres que gustan a jóvenes y también a mayores. Viajar es un placer siempre que se haga lo necesario para que todo vaya bien: preparar el viaje con cierta antelación, informarse de las vacunas necesarias, visados…
Son consejos útiles para todos. No obstante, luego hay otros adicionales para las personas con más edad.
Por ejemplo, no está de más visitar al médico de cabecera para informarle de la aventura que vamos a emprender y que, de paso, nos oriente y recomiende qué medicación llevar; que nos ayude a hacer un pequeño botiquín. Él (o ella) está más al corriente que nadie de nuestros ‘achaques’: hipertensión, diabetes, artrosis… En ocasiones no es fácil encontrar en nuestro destino las pastillas que vamos a necesitar, por lo que es mejor prevenir que lamentar. Y si tenemos alguna dolencia grave, añadir al equipaje un informe médico, y a ser posible en inglés, no está de más.
Si se viaja fuera de la Unión Europea, contratar un seguro médico con una buena cobertura para gastos quirúrgicos, farmacéuticos y de hospitalización que nos cubra en caso de accidente o enfermedad también es una gran idea.
Hay que evitar los excesos en las comidas (sí, estamos de vacaciones, pero eso no implica perder la cabeza), utilizar ropa cómoda, beber mucho agua en verano, caminar un poco o movernos de nuestro sitio cada dos horas si se realizan grandes desplazamientos en avión, tren, autobús…
En definitiva, tener cierto cuidado.
Y disfrutar, sobre todo disfrutar. Este es el gran objetivo. Si lo conseguimos, estaremos, además, haciéndonos mucho bien: habremos mejorado nuestro estado de ánimo, nuestra creatividad, nuestra paciencia, la actividad cerebral, la capacidad de atención…
En dos palabras: ¡habremos rejuvenecido!
Bon voyage!